Atardece
al cuidado de nuestras voces
bajo una pérgola celeste
dejo mi corazón al albor
junto a un aislanto solitario
las palabras brotan, fluyen y se pierden
dejando tan sólo su aroma
arrojando sombras sobre nuestros ojos
como un ritmo de danza
de duendes y diaños
de días y sueños compostados
exhumando miradas y sonrisas
que brotarán en un amor tan grande
que no podrá verse
sobre bancales y gradas
entre escenarios, palas y ateneas
y ventanas azules tras las estrellas
en una huerta
en la que también se cultiva el alma.
[Instrucciones para la lectura]
(Ahí, en el fondo del poema -como en todas las cosas-
está la muerte; mas no tema,
use voz clara y firme,
empiece por el principio
y acabe por el final.
Mas también se puede
con ayuda de dados y tallos de milenrama
numerar las líneas y transmutar su orden,
añadir interjecciones, cambiar palabras,
reconstruir el poema para hacerlo suyo
pues sólo el azar
nos incumbe íntimamente.)